“Setenta y cinco. Ese es el tiempo que quiero vivir: setenta y cinco años”. De esta manera arranca un sugestivo artículo publicado en The Atlantic por Ezekiel Emanuel, director del Departamento de Bioética Clínica del Instituto Nacional de Salud Estadounidense. En él, el autor de Reinventando la sanidad pública (Public Affairs), una de las referencias mundiales de la ética médica, expone sus razones por las que preferiría no seguir viviendo después de los 75. No es que pretenda suicidarse o solicitar la eutanasia cuando llegue a dicha edad, sino que, simplemente, no hará nada por prolongar su vida de forma artificial. Ello incluye reducir sus visitas médicas al mínimo, renunciar a las vacunas, a pruebas médicas y, en caso de sufrir cáncer u otra enfermedad potencialmente mortal, evitar todo tratamiento. Emanuel no es un suicida, pero a partir del año 2032, la muerte se lo llevará sin que ponga ningún impedimento.