En el radio-despertador debería
de haber sonado “Hoy puede ser un gran
día” de Serrat, pero no fue así, en su lugar me despertó “Let´s dance” de David
Bowie. Trate de buscarle una explicación pero enseguida comprendí lo absurdo de
mi pensamiento.
Eran las 7:45 de un domingo, pero
no uno cualquiera. En mi pecho un poder, en mi destino dominical el control de
las mesas. De avanzadilla ya había salido mi pareja de baile de ese día, no sé
lo que sonó en su despertador, pero apostaría que “Sunday bloody Sunday” de U2 retumbó
en su cabeza al llegar a primera hora a su primer destino.
Apostados estratégicamente en la
entrada del colegio estaban varios de nuestros contrincantes, ya se corría la voz por los pueblos de alrededor
que en nuestro destino las tropas enemigas estaban en estado de alerta desde el
primer canto del gallo, seguro que Radio Futura era de sus grupos favoritos.
Los muy cabrones tenían órdenes de controlar a
todo vecino desde que salía de su casa hasta que el sobre con destino final
fuese depositado, ante tal ejército poco podíamos hacer mi binomio y yo, como
mucho protestar ante el presidente de cada colegio y digerir lo mejor que se
podía las amenazas que se vertían. Y es que el miedo se dibujaba en sus
rostros de color rojizo quizás producto de un exceso de “gotas”
en el primer café.
Así que, como diría El Fary,
“apatrullamos” la ciudad y sus aldeas lo mejor que se pudo, siendo consciente
mi binomio (más ducho en estas lides) de las artimañas que nuestros
contrincantes realizaban. Ni siquiera disimulaban, tal imitadores de Vito
Corleone se apostaban por parejas a cada lado de los caminos acompañando al
buen vecino, que era rematado a la entrada del colegio donde ya no podía ocultar
su pesado sobre donde se escondía la opción elegida.
Con el candidato nervioso y
su tropa también, llegamos al recuento final. Sudores y palpitaciones se olían
y escuchaban en el ambiente, cada voto un latido, cada wasap una taquicardia.
Parecía que mi colega iba a gobernar contra viento y mafia, por lo que una vez
finalizada mi mesa y dado el resultado, cagando hostias me fui a la sede.
La tensión era total, parecía que
gobernarían, algún abrazo se escapó a la euforia que duró lo que un mensaje
demoledor informó del error de una mesa: nuestros votos no eran tales, eran de
la competencia.
El silencio absoluto se sumó a la
tensión añadida, ahora se dependía de la última mesa pero se palpaba que no
llegaría para alcanzar el objetivo; unos votos arañados marcaron la derrota.
Seguro que más de uno contuvo las
lágrimas y más de otro algún bramido en contra de las artes que la opción
ganadora uso en su victoria, pero la realidad era clara nos habían vencido en
la foto finish.
Agotado pero satisfecho por la
experiencia volví al hogar donde me informé que su victoria era digna de Pirro
de Edipo; con una birra brindé en solitario por ello y con el depósito ya pitando reserva pose mi cabeza en la almohada; en mi radio-despertador sonaba “La tierra
de los sueños” de "La dama se esconde”; el por qué no me dio tiempo a meditarlo,
era lunes de madrugada y ya dormía.
Neno Pucho.
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