Ni
en mis mejores sueños podría imaginar que vería mi cara en una
revista publicada en el año 2017, menos aún cuando la foto donde
figuro se realizó hará unos 75 años en un lugar indefinido del
frente de la Operación Barbarroja. La muerte me hace justicia por
fin, compartir publicación con un Austria, el emperador Napoleón o
con un artículo sobre la Roma Imperial, va más allá de lo que
deseaba en vida y que la parca ha tenido a bien reconocerme. Triste
mérito.
Podría
empezar por vanagloriarme de mis medallas ganadas en la Guerra Civil,
mas debido al hastío que me da todo lo políticamente español con
su aburrida dicotomía de lo bueno y lo malo, hace que prefiera
centrarme en mayores campañas.
Vayamos
pues a la historia de la foto.
Como
decía, licenciado y bregado ya en la guerra nacional en alguna
batalla que dejó secuelas en mi joven cuerpo y sin más futuro que
la incertidumbre que se puede imaginar en una postguerra, no encontré
trabajo más adecuado a mis habilidades que el que mejor se me había
dado durante los últimos años; disparar el cañón de artillería
que pusiesen en mis manos, que por cierto no se me daba nada mal,
alguna medalla se me reconoció por mi puntería matando rojos, lo
cual no pasó desapercibido a un oficial que me recomendó que si
quería seguir salvando al mundo de tamaño peligro, no dudase en
alistarme. La cosa prometía, el pacto Ribbentrop-Molotov se había
roto y las nuevas alianzas pedían sangre bolchevique
No miento si pasados tantos años mi mente duda sobre lo que pesó más en mi decisión de prorrogar mis servicios militares alistándome en la División Azul; puede que fuese la necesidad de dinero, la escasez de alternativas o el peso de la propaganda sobre el peligro que se alojaba al este de la frontera de una partida Polonia. Lo que si sé, es que mis huesos dieron en uno de los peores escenarios que el ser humano haya parido en su existencia, el sitio de Leningrado, 900 días de asedio por parte del ejército alemán a una ciudad que aguantó las ordenes del Führer de rendirla a base de bombas, hambre y frío. Estos ojos ciegos vieron como niños se jugaban la vida por la carne de los cadáveres muertos de algún animal, o como mujeres mataban el hambre con el caldo de agua hecho con cuero de alguna bota rota por la metralla. Ahí me dí cuenta que lo de “rojo” o “azul” solo era una cuestión del azar, una suerte de ruleta del tiempo que te sitúa donde caiga tu bola. Parecerá la excusa de quien a través de la mirilla de su arma observaba a aquella chavala instantes después de haber disparado, es posible; también es cierto que pude no haber matado a su familia días antes, que pude haber desertado, que pude no haberme alistado…, no entiendo como mi mente pudo asimilar aquello y seguir viviendo, lo maleables que llegamos a ser por parte del poder puede ser una explicación, aunque siempre está en nuestras manos la última decisión. Hoy es tarde para todo, solo las páginas de la Historia tratarán de darle un sentido a una vida que no resiste su caída en lo absurdo.
Compañeros
hubo que no lo resistieron, unos muertos por el enemigo, otros por el
frío congelados en vida mientras mataban de lo mismo a semejantes,
algunos desertaron pasándose al otro bando; ignoro su suerte, como
saben, al final Leningrado resistió el asedio lo que me impidió
verificar los rumores que decían que algún compañero sirvió de
alimento, quizás ante tamaña masacre solo la muerte por canibalismo
tenía algún sentido.
De
todo aquello mi opción resultó ser la perdedora, si bien dado que
España era lo que era en ese momento esa sensación de derrota no la
llegué a tener del todo, ayudó el hecho de que nuestra División se
retiró antes de que rusos y americanos devorasen la Alemania nazi y
que nuestra política de no beligerancia volviese a una neutralidad a
la espera de acontecimientos.
Poco
a poco los años fueron anestesiando los sufrimientos, dándoles
incluso un sentido bajo el palio de una sociedad que solo quería
sobrevivir y que si bien vivía aislada como perdedora en el ámbito
global, en el plano casero permitía a los vencedores nacionales
sacar rédito de sus logros. Ello me permitió emprender sacando
provecho de mi opción, anulando cualquier critica interior en una
sociedad carente de tal. Sin apenas darnos cuenta pasamos de luchar
en un bando para años después defender el statu quo de nuestro
vencedor.
Algo
así pasa en la actualidad, la ideología sigue siendo el instrumento
del ente de poder adecuado a usar en el contexto apropiado. Si un
Estado con el fin de defender su posición entiende que cualquier
ideología (fascismo, liberalismo, nacionalismo, socialismo…) es la
adecuada a sus intereses, la tomará como propia, enarbolando el
estandarte o bandera en la misma, mientras bajo palio en lugar de
obispos o cardenales, llevaremos en procesión al representante
oportuno del poder en ese momento.
Entretanto,
en algún lugar remoto un joven sin futuro mirará a través de la
mirilla de su arma como un niño llora por la muerte de su madre
muerta de un disparo, que él acaba de realizar.
Todo
en nombre de una idea que no gana el debate de lo absurdo de su
existencia, de la vida y de la muerte.
Neno
Pucho.
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