viernes, 3 de marzo de 2017

EN LA DIVISION AZUL

Ni en mis mejores sueños podría imaginar que vería mi cara en una revista publicada en el año 2017, menos aún cuando la foto donde figuro se realizó hará unos 75 años en un lugar indefinido del frente de la Operación Barbarroja. La muerte me hace justicia por fin, compartir publicación con un Austria, el emperador Napoleón o con un artículo sobre la Roma Imperial, va más allá de lo que deseaba en vida y que la parca ha tenido a bien reconocerme. Triste mérito.

Podría empezar por vanagloriarme de mis medallas ganadas en la Guerra Civil, mas debido al hastío que me da todo lo políticamente español con su aburrida dicotomía de lo bueno y lo malo, hace que prefiera centrarme en mayores campañas.

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Vayamos pues a la historia de la foto.
Como decía, licenciado y bregado ya en la guerra nacional en alguna batalla que dejó secuelas en mi joven cuerpo y sin más futuro que la incertidumbre que se puede imaginar en una postguerra, no encontré trabajo más adecuado a mis habilidades que el que mejor se me había dado durante los últimos años; disparar el cañón de artillería que pusiesen en mis manos, que por cierto no se me daba nada mal, alguna medalla se me reconoció por mi puntería matando rojos, lo cual no pasó desapercibido a un oficial que me recomendó que si quería seguir salvando al mundo de tamaño peligro, no dudase en alistarme. La cosa prometía, el pacto Ribbentrop-Molotov se había roto y las nuevas alianzas pedían sangre bolchevique

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No miento si pasados tantos años mi mente duda sobre lo que pesó más en mi decisión de prorrogar mis servicios militares alistándome en la División Azul; puede que fuese la necesidad de dinero, la escasez de alternativas o el peso de la propaganda sobre el peligro que se alojaba al este de la frontera de una partida Polonia. Lo que si sé, es que mis huesos dieron en uno de los peores escenarios que el ser humano haya parido en su existencia, el sitio de Leningrado, 900 días de asedio por parte del ejército alemán a una ciudad que aguantó las ordenes del Führer de rendirla a base de bombas, hambre y frío. Estos ojos ciegos vieron como niños se jugaban la vida por la carne de los cadáveres muertos de algún animal, o como mujeres mataban el hambre con el caldo de agua hecho con cuero de alguna bota rota por la metralla. Ahí me dí cuenta que lo de “rojo” o “azul” solo era una cuestión del azar, una suerte de ruleta del tiempo que te sitúa donde caiga tu bola. Parecerá la excusa de quien a través de la mirilla de su arma observaba a aquella chavala instantes después de haber disparado, es posible; también es cierto que pude no haber matado a su familia días antes, que pude haber desertado, que pude no haberme alistado…, no entiendo como mi mente pudo asimilar aquello y seguir viviendo, lo maleables que llegamos a ser por parte del poder puede ser una explicación, aunque siempre está en nuestras manos la última decisión. Hoy es tarde para todo, solo las páginas de la Historia tratarán de darle un sentido a una vida que no resiste su caída en lo absurdo.

Compañeros hubo que no lo resistieron, unos muertos por el enemigo, otros por el frío congelados en vida mientras mataban de lo mismo a semejantes, algunos desertaron pasándose al otro bando; ignoro su suerte, como saben, al final Leningrado resistió el asedio lo que me impidió verificar los rumores que decían que algún compañero sirvió de alimento, quizás ante tamaña masacre solo la muerte por canibalismo tenía algún sentido.

De todo aquello mi opción resultó ser la perdedora, si bien dado que España era lo que era en ese momento esa sensación de derrota no la llegué a tener del todo, ayudó el hecho de que nuestra División se retiró antes de que rusos y americanos devorasen la Alemania nazi y que nuestra política de no beligerancia volviese a una neutralidad a la espera de acontecimientos.

Poco a poco los años fueron anestesiando los sufrimientos, dándoles incluso un sentido bajo el palio de una sociedad que solo quería sobrevivir y que si bien vivía aislada como perdedora en el ámbito global, en el plano casero permitía a los vencedores nacionales sacar rédito de sus logros. Ello me permitió emprender sacando provecho de mi opción, anulando cualquier critica interior en una sociedad carente de tal. Sin apenas darnos cuenta pasamos de luchar en un bando para años después defender el statu quo de nuestro vencedor.

Algo así pasa en la actualidad, la ideología sigue siendo el instrumento del ente de poder adecuado a usar en el contexto apropiado. Si un Estado con el fin de defender su posición entiende que cualquier ideología (fascismo, liberalismo, nacionalismo, socialismo…) es la adecuada a sus intereses, la tomará como propia, enarbolando el estandarte o bandera en la misma, mientras bajo palio en lugar de obispos o cardenales, llevaremos en procesión al representante oportuno del poder en ese momento.

Entretanto, en algún lugar remoto un joven sin futuro mirará a través de la mirilla de su arma como un niño llora por la muerte de su madre muerta de un disparo, que él acaba de realizar.

Todo en nombre de una idea que no gana el debate de lo absurdo de su existencia, de la vida y de la muerte.


Neno Pucho.

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