Francisco Castro
Calvar siempre vivió la vida como si cada día fuese su último
trago y penúltimo polvo. Hijo de Hermenegilda con idénticos apellidos
que su progenitora, desconocía quien había sido su padre, la vieja
soltaba la tela siempre que se lo pedía, pero prenda sobre su
progenitor nunca. Rumores en la parroquia siempre escuchó; que si un
trompetista de Los Satélites, que si un portugués estrapelista, un
antiguo cura anterior a D. Antonio, un feirante de pulpo de
Carballiño, un chófer de Transportes La Unión,……. Vamos que el
abanico donde elegir papá era amplio, tanto como la fama de putón
verbenero que tenía la vieja, eso sí, ni Dios se atrevía con ella,
su dudosa virtud era inversamente proporcional a su mala hostia.