Nos han
enseñado Historia desde un punto de vista cronológico, como una
concatenación de hechos que dan lugar a otros de manera automática
y mecánica, memorizando fechas, períodos y acontecimientos como
productos salidos de una fábrica de producción en cadena. Cada
tiempo tiene sus formas de educar.
Por eso en
ocasiones se sorprende uno cuando topa en algún artículo, podcast o
documental dedicado a alguna biografía que más que definir a la
personalidad en concreto, describe la realidad de la sociedad en su
conjunto que a ese personaje le tocó vivir.
Hoy me te
topado con un Papa, de nombre Dámaso I. En el número de la revista
Clio de este mes aparece una breve reseña sobre este personaje; me
llama la atención que se dice que es de origen gallego y que su gran
aportación ha sido encargar la traducción al latín de la Biblia
(La Vulgata) que es prácticamente tal cual la conocemos hoy, e
introducir el término hebreo "Aleluya" en el uso canónico.
Pero me sigue picando la curiosidad sobre lo de origen gallego.
Decido buscar más.
Roma
llevaba ya unas décadas enfilando el camino de una dulce decadencia;
atrás quedaban ya lejanos los tiempos de las dinastías de la casa
Julio-Claudia, Flavia, Antoninos o Severa; a los llamados príncipes
de los dos primeros siglos de nuestra era, les sucedió un siglo III
de continuas crisis políticas y económicas, constantes guerras
contra sus históricos enemigos del norte y oriente, a los que habría
que añadir contiendas internas de toda índole con levantamientos de
generales en zonas como La Galia, Palmira, etc.
El siglo III
acaba con Diocleciano en el poder formando una diarquía que acabó
derivando en un tetrarquía. La complejidad de dominar el imperio
mostraba la debilidad por parte de la capital para su administración,
con cuidades que ya en el plano económico ganaban en pujanza;
ejemplo sería Milán en la parte Occidental y sobre todo Bizancio en
Oriente. El imperio seguía considerándose romano en su denominación
pero su eje de poder se balanceaba. Una especie de federalización
tratará de ser la mejor defensa ante los ataques externos de los
clásicos enemigos, como también una manera de "contentar"
los riesgos de alzamientos de provincias que cada vez querían más
dosis de "autogobierno".
Por ahí
andaba nuestro Dámaso a comienzos del siglo IV, donde continuaban las
revueltas territoriales de poder en las cuales Constantino logra
imponerse en el período tetrárquico, que se da por finalizado. Con
su victoria vuelve la monarquía absoluta-hereditaria y el traslado
de la capitalidad del imperio a Bizancio, ya Constantinopla. La Roma
Imperial se encamina a su senectud, el Cristianismo comenzaba su
adolescencia. Dos caminos y una necesidad compartida, el Cristianismo
será la argamasa religiosa que unirá al imperio en sus casi dos
últimos siglos de existencia. No fue fácil, las corrientes nacidas
del Cristo martirizado pugnaban en discusiones filosóficas sobre el
dogma a seguir (si Jesús era hijo de Dios, que tratamiento divino
debería de tener....). Arrianismo, apolinarismo o macedonianismo
eran corrientes en disputa en la incipiente iglesia seguidora de
Jesucristo. Dámaso las persiguió tanto antes de ser Papa, como en
su Pontificado que llegó en el año 366 ya con el Cristianismo
(romano) legalizado por Constantino en el Edicto de Milán en el año
313 y con rango de oficial mediante el conocido Concilio de Nicea en
el año 325. Religión y política, dos caras de la misma moneda
complementándose por el bien del poder establecido, una constante en
el Universo humano.
Como
decíamos nuestro "gallego" romano fue nombrado Papa
sucediendo a Liberio en septiembre del año 366 con Valentiniano en
la púrpura, tras duras disputas de los seguidores arrianos del
anterior pontífice, que llegaron a nombrar incluso a un antipapa y a
tener enfrentamientos con muertes de por medio entre las dos
facciones. Dámaso I, ya Papa, no cejó en su lucha contra los
seguidores que hoy tachariamos de sectarios y heréticos en lo
religioso, o ilegales y terroristas en lo político. Ejemplo de esto
último fue su lucha contra un obispo herético gallego (bueno, de
Gallaecia) y que muy posiblemente se halle enterrado en la catedral
de Santiago; su nombre Prisciliano, y su doctrina una fusión de
cristianismo, esoterismo y paganismo que lo llevó a su muerte en
Tréveris en el año 385, en un proceso por brujería apoyado por
"nuestro" Papa y el emperador de ese año, Magno Clemente
Máximo. Muerto Prisciliano sus fieles seguidores recuperarán sus
restos y, según autores como Sánchez Albornoz, acabará reposando
en lo que con el tiempo fue la Catedral de Santiago. Paradojas del
destino, un herético venerado como Santiago el apóstol en un templo
católico-apostólico-romano.
Otra de las
labores de Dámaso fue la de desenterrar todos los mártires que
murieron en defensa del dogma cristiano vencedor. Con él en el
papado se emprendieron excavaciones en las catacumbas romanas de las
personas que después acabaron con rango de santos. Supongo que por
eso es hoy el patrón de los arqueólogos. También se le atribuye el
hecho de que cada iglesia fuese nombrada con el nombre de esos y
otros santos, ya que hasta su papado todas las iglesias parroquiales
eran en honor de Cristo.
Dámaso I
muere en Roma en el año 384 y es considerado uno de los grandes
Papas de la historia. Su contribución a la instauración del dogma
católico-apostolico-romano llega hasta la actualidad.
Sin su existencia algunas cosas habrían sido distintas.
Neno Pucho
Sin su existencia algunas cosas habrían sido distintas.
Neno Pucho
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